TEODORA. LA EMPERATRIZ STRIPER.

Aunque siempre nos imaginamos a los romanos acudiendo a sus majestuosos teatros a presenciar las obras de los grandes autores griegos, lo cierto es que los gustos de los romanos eran mucho más procaces y menos cultos. Los graderíos de los teatros se abarrotaban de público hasta la última cavea cuando se programaba una especie de espectáculo de varietés que incluía mimo, pequeñas piezas teatrales satíricas plagada de chistes verdes y algún que otro número de alto contenido sexual. La emperatriz Teodora (500-548 d.C), fue en su juventud una famosa striper en este típo de espectáculos antes de ser nombrada Augusta, o por lo menos así no los relata el historiador Procopio de Cesarea: «Muchas veces, incluso en el teatro, se desvestía ante todo el pueblo que la contemplaba y así se paseaba desnuda entre ellos, cubriéndose sólo en torno a las vergüenzas y las ingles con un taparrabos, pero no desde luego porque sintiera vergüenza de mostrar estas partes en público, sino porque no se permitía allí a nadie salir completamente desnudo, a no ser que se cubra las ingles con un taparrabos. Así, pues, se tumbaba de esta guisa en el suelo y yacía boca arriba. Unos asistentes que tenían asignado precisamente este trabajo, esparcían cebada por encima de sus vergüenzas para que se los comieran unos gansos especialmente entrenados para esto, cogiéndolos de allí uno a uno con sus picos. Ella no es sólo que no se enrojeciese al incorporarse, sino que incluso parecía estar orgullosa por esta actuación, pues no sólo era una impúdica, sino que superaba a todos a la hora de concebir actos impúdicos.»

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La emperatriz Teodora en el famoso mosaico de San Vitale en Rávena.

Puede que Teodora tuviera un pasado un tanto oscuro o que la versión de Procopio fuera exagerada y parcial, pero la antigua striper demostró tener un temple adecuado a su nuevo empleo de emperatriz cuando las cosas se pusieron mal. Según se cuenta,  durante la revuelta de Nika el emperador Justiniano tuvo miedo que los rebeldes pudieran llegar hasta el palacio imperial y quiso fletar un barco para huir a escondidas de Constantinopla y ponerse a salvo. Al enterarse de sus planes de fuga, Teodora le dijo a su imperial marido  «La púrpura es una excelente mortaja» viniéndole a decir con estas palabras que era mejor ser un emperador muerto con dignidad a un  monarca exiliado sin tierras ni poderes. Justiniano hizo caso a su esposa y el Conde Belisario se encargó de acabar con la revuelta iniciada en el hipódromo de la capital bizantina.

 

 

 

3 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Donatella Iacobelli dice:

    Muy entretenido el artículo para distraernos de tantas malas noticias de hoy en día. Gracias

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    1. Paco Mateo dice:

      Muchas gracias a ti. Intentaré que el próximo artículo te sorprenda todavía más.

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